El pasado 3 de marzo, mi familia y yo emprendimos una nueva aventura: recorrer en la nueva Nissan X-trail un largo viaje por las playas del norte peruano que, sin temor a equivocarme, son las mejores playas del Perú. Salimos de casa rayando las 10 de la mañana y llegamos a Paramonga, donde entramos a comprar unas deliciosas cocaditas y buscar el restaurante de TATO, a saborear el delicioso Tacu-Tacu de mariscos tan famoso y que sería imperdonable no probarlo. Después de habernos "tanqueado" paramos en Huarmey a tanquear la camioneta, que para sorpresa de todos resultó más eficiente y económica de lo que creíamos. Fue entonces que me tocó el turno de tomar el control completo de la camioneta... y no la volví a soltar.
Llegamos al desvío a Cajamarca, a la altura de Ciudad de Dios, cerca a Pacasmayo, y entramos para dirijirnos a Chilete, un pequeño, soleado y pintoresco pueblito a 2 horas antes de llegar a Cajamarca, pues teníamos que entregar un Rottweiler de 3 meses a la tía "Meme", hermana de mi papá, y que no nos esperaba pero que como toda buena tía cercana demuestra su alegría con la matanza de un chancho y dos cabritos.
Una vez en Chilete nos enteramos que había un pueblito a una hora de ahí, cruzando un río, por un caminito pegado al cerro, donde había un museo de piezas de oro: el museo de Kuntur Wasi. No lo pensamos dos veces y nos enrumbamos en la búsqueda de dicho museo, después de los dos días de terminarnos el chancho y los cabritos, claro. La X-trail se comportó de lo mejor, la verdad un 20 a este utilitario, pues ni el río -que estaba crecido- representó problema para la fierita de Nissan. Llegamos así a Kuntur Wasi, un museo de piezas de oro Pre-Incas administrado por una institución japonesa, muy bien cuidado por cierto, y con unas vistas espectaculares de la sierra peruana. Mientras estábamos subiendo a Kuntur Wasi vimos un desvío a San Pablo, un pueblito muy mentado por la zona y que entre opiniones, oposiciones y espíritu aventurero decidimos visitar. San Pablo nos sorprendió en gran manera porque es una localidad que goza de cannon minero, lo que hace que el desarrollo en el lugar se aprecie en cada esquina. Internet, fotos digitales, teleconferencias y su moderna plaza central combinados con caballos y mulitas de carga, señoras que venden pan serranito y quesos, hacen de San Pablo un lugar realmente inesperado.
Como no podía ser de otra manera, entre el museo de Bruning y el de Sipán pasamos por un restaurante muy bien mencionado en Chiclayo: El Algarrobo, donde la pasamos muy bien entre cebiches, tortillas de raya, arroz con pato, cabritos y limonaditas fozen para contrarrestar el calor de las 2 de la tarde.
De Chiclayo salimos con rumbo a Piura, por donde pasamos velozmente pues nuestro destino era realmente el puerto de Paita, donde vive la abuelita y donde nos instlaríamos por una semana.
Sin temor al error ni a los retractores, aseguro que a partir de Paita uno encuentra las mejores playas del País.
Desde Paita uno puede ir en auto o colectivo a 20 minutos a la tan famosa playa de Colán, tan conocida por la hermosa puesta de sol (ver foto). También están las playas Cangrejos (tan bonita como peligrosa), La Tortuga, La Islilla (done hace 2 años me picó una raya), La Gramita y mi preferida YACILA (En la foto).
Como siempre, la X-trail se lució con un desempeño extraordinario, mostrando todo lo que puede hacer sobre arena y la poderosa doble tracción electrónica asistida.
Desde Paita uno puede llegar a Piura en 45 minutos en coaster (en auto particular es menos) sobre una carretera muy buena y una vez en Piura el asunto es decidirse a dónde se quiere ir: a Chulucanas, Castilla, o a comer como una deidad en Catacaos y comprar de paso uno que otro recuerdito. El calor es insoportable, eso sí: en Catacaos puede llegar a los 42 grados y la sombra no sirve de mucho, y el camino a Chulucanas está aromatizado por un suave y agradable aroma que producen las plantaciones del mejor limón del Perú, al que el cebiche debe su fama.
Luego de pasear por Piura emprendimos viaje a Sullana, a visitar al tío "Nico", a las primas, y a dar una pequeña vueltita entes de que nos corran los zancudos.
De Sullana a Talara hay casi una hora, así que llegamos todavía con sol, considerando que en el norte hace sol hasta las 7:30 de la noche. Ahí visitamos a un sinnúmero de familiares, quienes nos esperaban ansiosos de escuchar acerca de todo lo que habíamos visitado. Nos alojamos en casa de la tía Dalila y del tío Willy, paseábamos en las noches por la plaza y caímos donde la tía Nelly para su anticuchada.
Talara nos acogió por 3 días durante los cuales visitamos El Alto, Lobitos (lugar de nacimiento de mi papá) y Cabo Blanco famosa por las olas inmejorables y la pesca del merlín o pez espada. En Cabo Blanco encontramos al señor Jesús Ruiz. Cuando Ernest Hemingway visitó Cabo Blanco se inspiró para scribir su novela "El viejo y el Mar" y este señor Jesús Ruiz (sorprendentemente compadre de mi abuela) fue el muchachito que acompañó a Hemingway en sus travesías y aventuras y en quien se dice está basado el personaje del niño en la novela. Pero ahí no queda todo, Jesús Ruiz tiene el récord muldial en pesca del merlín negro con un ejemplar de 1560 libras (702 Kg) pero como era de esperarse, el reconocimiento fue para la persona para la cual trabajaba, el americano Alfred Glossell Jr. pues fue quien lo contrató para que lo guiara en la pesca. Realmente una injusticia.
Saliendo de Cabo Blanco tomamos un camino alterno pues la pista estaba en reparaciones, y en una parte del camino empinado y rocoso pisé mucho el acelerador y la Nissan dió un salto algo violento, lo que hizo que un pequeño soporte del condensador se rompiera y golpee el radiador, rajándolo. Llegando a Talara sentí la ausencia de potencia en el pique y me bajé a revisar el motor, fue donde medi cuenta del prolema. Una vez en la casa, hice bajar a todo el mundo y la llevé a un taller, y después de un par de soldaduras en aluminio y pedirle perdón por ser tan desconsiderado con ella, la regresé a la casa para un merecido descanso después de un nuevo galón de refrigerante como recompensa.
De Talara fuimos más al norte, pasando por playas como Órganos, El Ñuro, y Punta Veleros donde probabos unos ostiones al ajo que dudo mucho tengan comparación y donde el atardecer es de fotografía.
Luego de "tanquearnos" en Punta Veleros llegamos a Máncora (ver foto) donde nos instalaríamos en la casa de la conocida y ya caserita señora Betty.
En Máncora la comida es extremadamente cara: un vaso normal de jugo puede costar 5 soles y un pan con pollo 6 soles. Pero si se tiene un poquito de paciencia y espíritu aventurero se encuentran en el mercado desayunos con buen pescado fresco frito con yucas, arroz, ensalada y café por sólo S/.2.50 y sin problemas de higiene.
Visitamos Punta Sal, pero en esta oportunidad no pudimos quedarnos pues el mar estaba bravo, como nunca, y las banderas rojas estaban por todos lados, pero como todo buen viajero conocedor de la zona sabíamos que Punta Sal no es la mejor playa del norte (aunque muchos digan que sí), así que seguimos paseando y llegamos a Cancas, abuscar un buen pescadito antes del regreso.
Al cuarto día, salimos después del desayuno para irnos de largo hasta Tumbes, teniendo en la mira Puerto Pizarro, donde dejamos con tristeza por unas horas a la X-trail mientras paseábamos en bote por los manglares. La planta que crece en el lugar es el Mangle, y sus semillas caen sobre la arena fangosa y se "autosiembra". Debajo de esta arena se encuentran las famosísimas conchas negras, los cangrejos y sobre el cielo tumbesino aves de todo tipo. Finalizando el paseo por los manglares, y después de darle curso a una fuente inmesurable de conchas negras en "La Isla del Amor", fuimos a visitar a unos simpáticos lagartos que viven en cautiverio (por ahora) en una mini reserva que cuenta con divisiones deacuerdo a las edades de los reptiles. Obviamente solté la cámara para sacarme una foto con nuestro nuevo amigo.
Nos despedimos de Puerto Pizarro y quisimos entrar a Ecuador, pero ya caía la noche y decidimos dar una vuelta por la plaza de armas de Tumbes a sacarnos un par de fotos para el álbum. Hechas las fotos, montamos la Nissan y emprendimos el regreso a Máncora. Pasando por el desvío a El Alto, regresando ya a Talara, mi papá quiso entrar para ver la celebración de las Bodas de Oro de la ciudad, donde hicimos algunas tomas, bebimos unos 4 litros de gaseosa helada entre todos y compramos recuerdos y dulcecitos en la feria.
Ya en Talara, llegó al triste despedida, tanto de los familiares como de mi compañera fiel, pues mi hermano y yo debíamos regresar a Lima y debí dejarle la X-trail a mi papá. No la solté sino hasta llegar a la agencia de CIAL en donde nos embarcábamos. Era como si la llave fuera un dedo más de mi mano, triste realmente.
Y así, con mi hermano, subimos a un bus interprovincial lleno de gente desconocida y con DVD's piratas antiguos como único entretenimiento. Atrás quedarían los saltos, los desafíos en arena fofa, las lomitas, las piedras y los piques en los semáforos. Pero como dicen: no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós...
Así fue el viaje, así fue la ventura del útlimo verano, donde las risas, las fotos, los familiares, las amistades y la buena conducción abundaron. Nos regresamos con la visión de determinarnos a empezar nuevas aventuras y a conocer nuevos parajes de nuestro Perú, que no tiene comparación.